Últimas noticias: Participa en la primera Guía de IA150 ideas de negocio para montarPremio EmprendeXXI AndalucíaMapeo del ecosistema Agrotech 2024Iniciativa DesafIA MadridUpBizor logra 150M€ para pymesAdapta tu empresa a las 37,5 horasVentajas de productos sosteniblesEl español que triunfa en ChinaSubvenciones 2025 Gijón
x
X
Newsletter Emprendedores

Lo mejor de emprendedores semanalmente en tu correo

X
Emprendedores marzo 2025 Ya a la venta

La revista líder en economía y empresa

Preview Suscríbete
Contenidos exclusivos, revista física
y muchas más ventajas
Publicidad
¿Un emprendedor nace o se hace?
Jesús Matos Autor de 'La especie al borde del abismo'

¿Un emprendedor nace o se hace?

Según este experto, el emprendedor nace con una predisposición, y el ambiente la cincela. Emprende con éxito el que puede, no el que quiere.

06/08/2024  Redacción EmprendedoresFirmas
Compartir
¿Un emprendedor nace o se hace?

Emprender es maravilloso. Tienes la oportunidad de trasladar al mundo real lo que comenzó siendo sólo una idea dentro de tu cabeza. Pero hasta que uno ve materializado lo que sólo era producto de su imaginación hay una infinidad de dificultades que tiene que atravesar.

Llevo una década sorteando obstáculos, pagando un alto precio personal y emocional y me quedo perplejo cuando veo formaciones en las que se asegura que emprender con sólo un ordenador desde un paraíso tropical es sencillo, que el éxito en los negocios depende de que tus chakras estén alineados o que levantarse a las 5 AM para hacer burpees te llevará a lo más alto.

La realidad es mucho más cruda que estas promesas. En 2023, según los datos del informe elaborado por Global Entrepreneurship Monitor (GEM España), el 13,5% de la población adulta en España está llevando a cabo actividades de emprendimiento, más o menos la mitad de ellos se corresponden con proyectos de menos de tres años y medio y la otra mitad a proyectos consolidados. Es decir, sólo 1,3 de cada diez adultos decide, o puede, emprender.

Pero, además, según datos de Eurostat y un informe de Cepyme (Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa), el 61,5% de las empresas creadas en España no superan los cinco años de vida​​, y un 25,7% de las nuevas empresas en España desaparecen en el primer año de su creación. Si pensamos que montar nuestro proyecto es fácil y que cualquiera puede hacerlo, son datos muy desalentadores.

Pero, ¿cualquiera puede ser emprendedor? Técnicamente sí, solamente hace falta ir a la Seguridad Social y darse de alta como autónomo. Pero conseguir sacar adelante un proyecto con garantías es algo mucho más complicado. Lo cierto es que el resultado de quiénes somos depende mucho menos de nosotros de lo que nos gustaría. Los discursos de “si quieres, puedes” los escriben los que finalmente pudieron y tienen el eco inherente a la posición que han obtenido.

Cuestión de genética

Pero vayamos a la base de lo que nos construye como seres humanos. En primer lugar, tenemos que hablar de genética. Los seres humanos tenemos aproximadamente 20.000 genes que codifican en mayor o menor medida las capacidades que nos facilitan o nos dificultan la vida a la hora de emprender. Sin duda el plano psicológico es el más importante en esta área, principalmente, hay dos dimensiones en las que nos diferenciamos: el nivel de inteligencia y la personalidad.

Un método para evaluar la influencia de los genes en distintas aptitudes es comparar las diferencias entre grupos de mellizos, que comparten de media un 50% de la genética, y gemelos idénticos, que comparten prácticamente el 100%.

De esta manera, como generalmente los mellizos y los gemelos comparten ambiente entre ellos, las diferencias cuando se hacen estudios con un gran número de participantes se pueden atribuir a las diferencias en los genes.

Por ejemplo, si queremos saber qué influencia tiene la genética en la inteligencia general, mediremos mediante tests esta aptitud en un grupo grande de mellizos y gemelos. Después estudiaremos la disparidad que existe en el cociente intelectual entre hermanos mellizos y hermanos gemelos idénticos.

Si la diferencia es más pequeña en el grupo que comparte el 100% de la carga genética que en el grupo que comparte de media el 50%, podemos asumir que la genética tiene un papel fundamental. Pero si además comparamos las diferencias con las de dos personas que no son familia, podemos llegar a estimar el porcentaje de influencia que tienen los genes en un resultado concreto.

En 2015, en la revista Nature, Polderman y sus colaboradores publicaron un resumen de todos los estudios de este tipo que se habían realizado hasta la fecha, teniendo en cuenta la medición de unos 17.000 rasgos con una población total de dos millones de gemelos.

Katherin Harden Page, directora del laboratorio de Genética Conductual del Desarrollo de la Universidad de Texas, analizó los datos del estudio de Polderman para algunas medidas interesantes para este artículo y concluyó que la influencia de los genes en la inteligencia general de un adulto se estiman en en torno a un 80%. Es decir, es un rasgo con una heredabilidad muy alta.

Además, esta influencia ya se manifiesta a edades muy tempranas, en torno a los dos años. A su vez, cuando en un estudio de Tucker-drob y colaboradores de 2016 se analizaron variables de personalidad tan importantes para el emprendimiento como la determinación, la mentalidad de crecimiento o la curiosidad intelectual, el porcentaje de heredabilidad se situó en torno al 60%.

Pero los estudios van más allá. Cuando se analizaron los resultados académicos, con los datos del estudio de Polderman y colaboradores, Harden concluye que en esta variable la correlación entre mellizos es de en torno al 30% y en gemelos idénticos de en torno al 37%.

Sin duda no somos tabulas rasas, cada uno venimos con unas cartas genéticas que nos facilitan o nos dificultan la adaptación al medio emprendedor. Pero, ¿los genes son determinantes? La respuesta es un rotundo no. La genética sólo es una predisposición. La mayoría de nuestros genes no son deterministas, en variables tan complejas como las que estamos analizando que son codificadas por miles de genes supone solamente una tendencia.

¿Y el medio?

El contexto y la interacción con este son la otra gran cara de la moneda de lo que nos construye como personas. A nivel de emprendimiento es fácil pensar en que nacer en una familia que tiene negocios nos facilita el acceso a información que hace que sea más fácil poner en marcha nuestros proyectos. Es lógico entender que acudir a una prestigiosa universidad nos pone en contacto con personas con nuestras mismas inquietudes que, años más tarde, se pueden convertir en amigos, socios o consultores. Pero, ¿hasta qué punto influye el ambiente?

Papageorge y Thom publicaron un estudio en 2020 en el que evaluaron la influencia del medio y de la genética en el éxito académico. Para ello utilizaron lo que se denomina índices poligénicos, modelos para tratar de predecir en qué medida cada una de las combinaciones genéticas influye en un determinado rasgo. Es decir, conocían qué combinaciones de genes eran las más favorables para llegar a la universidad y qué combinaciones eran menos favorables.

Los resultados fueron demoledores. Un 24% de los niños con índices poligénicos más favorables —en relación a los estudios— que nacían en familias pobres acababan yendo a la universidad frente a un 27% de los niños ricos con los peores índices poligénicos relacionados con los estudios, que acababan yendo a la universidad.

Pensemos en el ambiente como el suelo en el que crece una planta. Si tiene los suficientes nutrientes los genes se manifestarán y habrá diferencias en los fenotipos de las mismas, pero si carece de ellos las plantas se igualarán a la baja. Esto es exactamente lo que ocurre con los seres humanos cuando crecemos en entornos de deprivación.

Un buen ejemplo de ello es lo que ocurrió en los orfanatos de Rumanía en los años 60 que, debido a las políticas de restricción de la anticoncepción de Ceaușescu, se encontraban superpoblados.

En 2007, se publicó un estudio en la revista Nature en el que Nelsos y sus colaboradores evaluaron los cocientes intelectuales de los niños que habían sido adoptados frente a los que habían crecido en dichos hospicios. A los cuatro años y medio, aquellos pequeños que habían sido adoptados tenían un cociente intelectual medio de 81, mientras que los niños que habían permanecido en el orfanato tenían un cociente intelectual significativamente menor de 73 puntos.

Lo más curioso es que parece que existe una ventana clave para el desarrollo intelectual, ya que aquellos niños que fueron adoptados después de los 30 meses tuvieron puntuaciones similares a los que permanecieron allí.

Una cuestión cerebral

En la misma línea, hay ciertas experiencias al inicio de la vida que tienen un impacto en el desarrollo y funcionamiento de la corteza frontal. Esta zona del cerebro está implicada en los procesos de toma de decisiones y el pensamiento abstracto, tan necesarias para tomar buenas decisiones empresariales.

Por poner algunos ejemplos de algunos estudios interesantes: un nivel socioeconómico bajo de la familia tiene un impacto en el desarrollo de este área (Moriguchi & Shinohara, 2019), los eventos estresantes en la niñez tienen efectos a largo plazo en el desarrollo del cerebro (Monninger y colaboradores 2020), la pobreza infantil afecta tanto al desarrollo del cerebro como a los resultados académicos (Hair y colaboradores, 2015) y la discriminación racial en los primeros años de vida tiene un impacto en la conectividad del cerebro (Clark, Miller & Hegde 2018).

A su vez, ciertas experiencias en la adolescencia también pueden marcar un punto de inflexión en el  desarrollo y funcionamiento normal del cerebro, como por ejemplo la inestabilidad social en este periodo (Breach, Moench, & Wellman 2019). Pero también padecer ciertos trastornos mentales afectan al funcionamiento óptimo de las áreas frontales del cerebro. Por poner ejemplos de algunos estudios: la depresión (Belleau, Treadway, & Pizzagalli 2019), el trastorno de estrés post traumático (Mah, Szabuniewicz & Fiocco 2016), la anorexia nerviosa (Alfano y colaboradores 2020), la bulimia nerviosa (Donnelly y colaboradores 2018), la dependencia del alcohol (Shields, C. N., & Gremel, C. M. 2020) o el consumo frecuente de marihuana (Eldreth y colaboradores 2004). 

Una vida marcada por…

Para recapitular, nuestra vida depende de dos loterías en las que no tenemos ningún poder de elección, los genes con los que venimos al mundo, que representan una predisposición a contar con capacidades que nos faciliten o la aventura de emprender y el contexto en el que nacemos y vivimos, donde las experiencias que tengamos pueden potenciar o limitar dichas capacidades y, por tanto, condicionar, o incluso determinar, el éxito que tengamos montando nuestro proyecto.

Según los datos de los estudios científicos podríamos afirmar que el emprendedor por un lado nace y por otro lo hacen. Pero dentro de esta ecuación con tantas variables, ¿qué queda para el libre albedrío?

Sin querer entrar en el debate clásico entre libre albedrío y determinismo, hay ciertos estudios realizados con gemelos monocigóticos, aquellos que son genéticamente idénticos, que han crecido en la misma familia —y por tanto han compartido la mayoría de las variables del ambiente—, en los que se miden las diferencias que tienen en distintas variables para conocer lo que se denomina coeficiente de ambiente no compartido o coeficiente de libre albedrío.

Si dos gemelos genéticamente idénticos tienen la misma familia, van al mismo colegio y crecen en el mismo barrio, lo esperable es que obtengan los mismos resultados. En este caso el coeficiente de libre albedrío sería 0. Un coeficiente de libre albedrío de 1 sería el equivalente a que las diferencias en las puntuaciones entre hermanos iguales que han crecido juntos son similares a las diferencias entre dos personas que no comparten ni genética ni ambiente. Es decir, este coeficiente sería el espacio fenotípico de una persona, que no está explicado ni por la genética ni por el ambiente.

Siempre habrá un día que uno de los dos hermanos se ponga enfermo y no vaya a la escuela. Estos pequeños cambios pueden suponer diferencias más o menos pequeñas en diferentes variables. Por ejemplo, cuando medimos las diferencias de altura entre gemelos el coeficiente de libre albedrío es de 0,15. Tiene sentido.

Todos sabemos que de padres altos, niños altos. Si están en un ambiente en el que se les proporciona una correcta alimentación, los gemelos tenderán a tener más o menos la misma altura. La sorpresa viene cuando medimos el coeficiente de libre albedrío para variables que parecen depender mucho más de la voluntad de las personas, como por ejemplo el caso de las notas de acceso a la universidad en EEUU, en el que el coeficiente de libre albedrío medido por Rimfeld y colaboradores de 2018 fue de 0,13, más determinados por la genética y el ambiente que la altura.

Pero es que el coeficiente para los ingresos durante 20 años es de 0,4, más o menos la misma probabilidad de desarrollar una depresión. Es decir, el ambiente y la genética parecen ejercer más influencia en el dinero que llega a ingresar una persona que otras variables a las que normalmente damos peso.

Emprender es un reto constante: es enfrentarse a problemas nuevos cada día en un entorno que cambia cada vez con más rapidez. Es una aventura para la que debemos contar con muchos recursos en la mochila. Que vayamos más o menos preparados para el camino que tenemos delante depende en gran medida de cuestiones que no elegimos. El emprendedor nace con una predisposición, y el ambiente la cincela. Por eso, podemos afirmar que emprende con éxito el que puede, no el que quiere.

Jesús MatosAutor de 'La especie al borde del abismo'
Compartir
*/ ?>