El año 2010 fue un punto de inflexión en mi vida tanto personal como profesional. Durante años había vivido en medio del desorden, sin valores sólidos, sin hábitos constructivos y, sobre todo, sin objetivos claros en ninguna área de mi vida. Esta falta de dirección y propósito me llevó a tocar fondo, acumulando deudas y encontrándome sin un centavo en el bolsillo.
Fue, entonces, cuando me di cuenta de que era necesario un cambio radical. Decidí que debía empezar de nuevo. Aunque tenía una idea vaga de lo que quería hacer profesionalmente, sabía que el camino que había seguido hasta ese momento no era el correcto. Mi objetivo era continuar en el mundo de la publicidad, pero evolucionar hacia los nuevos medios digitales.
En agosto de 2010, con la colaboración de las pocas personas que confiaron en mí, inicié un nuevo proyecto. Uno de estos socios sigue a mi lado, catorce años después, como parte esencial de nuestros múltiples emprendimientos.
Comenzamos estructurando una propuesta de servicio, aunque debo admitir que ni siquiera nosotros teníamos claro del todo cómo proceder. A pesar de ello, con gran afán empecé a contactar a todos mis conocidos y a concertar citas. Visitamos grandes corporaciones y empresas medianas, con la esperanza de cerrar algún negocio.
Mes tras mes, salíamos de cada reunión con la sensación de que nos había ido bien, pero también con la incertidumbre de que nadie, incluidos nosotros, sabía realmente hacia dónde se dirigía el mundo de la comunicación con la aparición de las nuevas herramientas digitales. A pesar de las constantes visitas y seguimientos, no concretábamos ningún negocio. Nuestra desesperación crecía, ya que no teníamos ingresos y mis deudas seguían aumentando. Mi único ingreso marginal provenía de las clases que impartía en una universidad, lo cual apenas me permitía subsistir.
Consciente de la necesidad de un cambio, decidí estudiar y aprender todo lo posible sobre el marketing digital, aplicando mi talento para la enseñanza y evangelizando a potenciales clientes sobre las nuevas tendencias.
Hubo momentos en los que estuve a punto de darme por vencido. Hasta diciembre de ese año, no habíamos generado ni un solo dólar en ingresos. Además, con 35 años, sentía que no encajaba en el perfil de los jóvenes millennials en los que los viejos marketeros confiaban. Me preguntaba constantemente si podía realmente hacer algo que no estaba en mi ADN.
Justo cuando estaba a punto de tirar la toalla, recibí una llamada que cambiaría todo. El líder del departamento de mercadeo de una de las empresas de seguros más importantes del país me invitó a desarrollar una campaña digital para su empresa.
A partir de ese momento, las cosas empezaron a mejorar. Esta experiencia me enseñó la importancia de no rendirse, de mantener la esperanza y de seguir avanzando, incluso cuando los resultados tardan en llegar.
Reconocer la necesidad de cambio fue el primer paso crucial. Reflexioné sobre mis hábitos, valores y objetivos para identificar áreas que necesitaban mejora. Desarrollar la perseverancia se convirtió en mi enfoque diario. Mantener la esperanza y seguir adelante, incluso cuando los resultados no eran inmediatos, me ayudó a superar los momentos difíciles y a mantenerme enfocado en mis objetivos a largo plazo. La perseverancia fue clave para enfrentar cada desafío que surgió en el camino.
Fomentar la resiliencia también fue esencial. La capacidad de recuperarse de las adversidades, manejar el estrés y superar las dificultades financieras y emocionales me permitió mantener mi visión y seguir adelante a pesar de los obstáculos.
Además, la educación continua y la actualización constante sobre las nuevas tendencias y tecnologías me ayudaron a mantener mi relevancia en el mercado. Estudiar, aprender y aplicar nuevos conocimientos se convirtieron en pilares fundamentales de mi progreso.
Construir un equipo sólido también fue vital para mi éxito. Rodearme de personas que compartían mi visión y estaban comprometidas con el éxito del proyecto me proporcionó el apoyo y la estabilidad necesarios para superar los desafíos. Un equipo confiable y comprometido fue una fuente invaluable de fortaleza y motivación.
La transformación personal y profesional es un proceso arduo que requiere perseverancia, resiliencia y una disposición constante para aprender y adaptarse. Mi experiencia en 2010 me enseñó que, incluso en los momentos más oscuros, es posible encontrar el camino hacia el éxito si no te rindes. Mantén la esperanza, sigue avanzando y confía en que, con el tiempo, tus esfuerzos darán frutos.
Para los emprendedores, la clave está en reconocer la necesidad de cambio, desarrollar la perseverancia, fomentar la resiliencia, educarse constantemente y construir un equipo sólido. Estos elementos no solo te ayudarán a superar las crisis, sino que también te permitirán abrazar el cambio y alcanzar el éxito en tu viaje empresarial.
La grandeza de un emprendedor no se mide por la ausencia de fracasos, sino por la capacidad de levantarse, aprender y seguir adelante con mayor determinación. Así que, no importa cuán difíciles sean los tiempos, mantén tu visión y continúa avanzando. El éxito está en el horizonte para aquellos que persisten y nunca pierden la esperanza.
