
No siempre los números absolutos nos dan la visión más acertada de la realidad. Es necesario poner los datos en contexto para tener una perspectiva más completa, realista y ajustada de lo que representan.
Si hablamos de la situación del emprendimiento en nuestro país y nos fijamos solo en las cifras, podríamos quedarnos con un regusto pesimista. Pero, hace falta ir un poco más a fondo en el análisis.
Según el último Informe GEM España 23-24, que lleva 24 años analizando los ecosistemas de emprendimiento de numerosos países de todo el mundo (este año han participado 45), hemos crecido por debajo de la media europea en proporción de emprendedores potenciales, emprendedores recientes (TEA) y emprendedores a cargo de iniciativas consolidadas.
Sin embargo, el pasado año había en nuestro país un 13,5% de población adulta en proceso de arranque o de consolidación de un proyecto de emprendimiento, y el porcentaje de emprendedores potenciales se situaba en el 11,2%, el más elevado desde el año 2012. Esto, según el estudio, supone que cada vez hay más personas con intención de emprender que realmente llegan a convertirse en emprendedoras.
Mucha perseverancia
Hay otro dato positivo: España es uno de los países con la tasa de cierre de iniciativas de emprendimiento más baja de su grupo de países de referencia. Y entre los que abandonan, un tercio mantiene sus expectativas de volver a intentarlo en los próximos tres años, lo que transmite una actitud perseverante de los españoles con vocación de emprender, que no se rinden ante las dificultades.
Estos datos, vistos en el contexto de país, sí pueden considerarse optimistas. Los expertos aseguran que el ecosistema español de emprendimiento ha adquirido un alto grado de madurez, que ha llegado a un punto de estabilización, y que hoy día, el concepto de emprender, en sus aspectos tecnológico, social y vital, ha calado en la sociedad española y se percibe como algo aspiracional.
De hecho, el mundo del emprendimiento ha cambiado enormemente en los últimos diez años, y esta percepción de madurez es compartida por diversos estudios y fuentes de referencia del sector.
Eso sí, haber superado el primer tramo de subida no significa que debamos conformarnos con quedarnos en ese valle sin intentar alcanzar la cima. Es necesario seguir avanzando, porque la innovación no se para, y la economía necesita a los emprendedores.
Por eso, es fundamental analizar a fondo sus debilidades y oportunidades para dotar al ecosistema de nuevos agarres que le ayuden a continuar la escalada.
Cuidar el talento y a la persona
En ese proceso de revisión y replanteamiento estratégico no debemos olvidar que el sector de emprendimiento concentra altísimos niveles de talento que merece la pena cuidar y fomentar, porque de ello también dependerá el futuro económico y la competitividad del país.
Por ello, es importante entender las necesidades de los emprendedores y tratar de darles soporte en sus proyectos con medidas concretas, y acompañarles en sus desafíos impulsando canales de colaboración.
Por un lado, se trataría de apoyar al profesional, diseñando para ellos un itinerario personalizado que dé respuesta a sus necesidades concretas. Por otro, es esencial acompañar al emprendedor en su faceta más humana, atendiendo también sus intereses personales, y no verlo solo como artífice de un proyecto innovador. No olvidemos, por ejemplo, lo que la corriente inner nos enseña: la paz interior y personal es fundamental para que el emprendedor saque lo mejor de sí en lo profesional. Son dos caras de una misma moneda.
Otro aspecto que destaca el informe GEM 23-24 en nuestro país es el crecimiento de la formación específica para emprender, lo que denota que las instituciones educativas se están preocupando por proporcionarles la posibilidad de adquirir conocimientos especializados que garantizarán una gestión más eficiente de sus proyectos.
También se aprecia que ha aumentado la edad media a la que se emprende (7 de cada 10 tienen más de 35 años), lo que muestra que el perfil del emprendedor ya no es el del jovencito que tiene una idea brillante, sino que detrás hay una trayectoria, una preparación y una experiencia. En definitiva, un emprendimiento más cualificado.
Impulsar el emprendimiento rural y de impacto
Si hablamos desde un punto de vista geográfico, se observa que la actividad emprendedora es inferior en zonas rurales respecto a las áreas urbanas, a pesar de que existen diversas iniciativas desde las administraciones públicas para impulsar la regeneración de los territorios a través del emprendimiento local apoyado en la innovación.
Un país como el nuestro no logrará situarse en posiciones de cabeza en lo que a sostenibilidad se refiere si permitimos que las áreas rurales se queden atrás. Y para evitarlo, la clave está en crear redes de colaboración y cocreación entre los diferentes agentes que forman el ecosistema de cada biorregión.
Un eje fundamental para apoyar a los proyectos de emprendimiento, tanto a nivel global como local, es incorporar el marco del impacto: esto significa vincular el emprendimiento en sí y su futuro al propio territorio que lo anida y desarrolla. La clave de su éxito estará estrechamente ligada al futuro de su territorio.
En paralelo a la aspiración empresarial de escalar el negocio ha de estar la aspiración de escalar su impacto transformador y, para ello, debe ser un requisito que exijan las corporaciones, los clientes y las políticas públicas a la hora de apoyar una iniciativa emprendedora.
Estamos en el camino: dice el informe GEM 23-24 que en 2023 ha aumentado la coherencia entre la sostenibilidad como estrategia en los proyectos de emprendimiento y la implantación efectiva de medidas y prácticas empresariales concretas que mejoran el impacto, principalmente el ambiental.
Pero hay que seguir avanzando hacia el triple impacto, para que el ámbito social y la gobernanza también sean una prioridad para los empresarios y empresarias del presente y del futuro.