Hubo un tiempo en el que exportar lana merina estuvo prohibido bajo pena de muerte. El motivo no era otro que preservar el monopolio del Reino de España de una de las fibras más preciadas en el mundo por su calidad y su textura fina y suave.
El Concejo de la Mesta vigilaba la producción y la venta. Ya en el siglo XVIII se levantó la veda y las principales cortes europeas empezaron a recibir rebaños como regalos reales esparciendo así su popularidad por todo el mundo.
Actualmente, el 80 % de la lana merina, de cuna española, que se consume en el mundo procede de la cabaña de 148 millones de ovejas merinas australianas. Aunque de forma minoritaria, en España sigue presente y organizaciones como la Asociación Nacional de Criadores de Ganado Merino (ACME) creada por el Ministerio de Agricultura, velan por mantener la raza.
Pero los hay también que luchan por ir más allá de una presencia testimonial y que persiguen revalorizarla. No solo el uso para industria textil de una fibra 100% natural, 100% ecológica y 100% biodegradable, sino también dignificar a todos los oficios que surgen en torno a su producción, desde el origen hasta el producto final de manera que a todos les resulte rentable trabajar la lana merina. Esta es la misión con la que nace WoolDreamers.
Un sueño lanero
“WoolDreamers es un proyecto que nació en el corazón de un joven de 33 años, que llevaba más de la mitad de su vida dedicado a la profesión y la pasión transmitida por su padre desde muy pequeño”, se presenta Ramón Cobo, impulsor del proyecto junto con su hermano Jesús, su cuñado, Óscar López, y el resto de la familia porque, es un proyecto netamente familiar que nace hace más de cien años en Mota del Cuervo (Cuenca) de la mano de Ramón y Teodoro, padre y tío, respectivamente, de los actuales promotores.
Aunque con el nombre de WoolDreamers sea un proyecto surgido en 2020, hablamos de la cuarta generación dentro de una familia dedicada a la lana. Empezaron con telares manuales, elaborando mantas para mulas, pero la llegada del tractor acabó con el invento. Al objeto de seguir con el negocio, Ramón Cobo padre adquirió una máquina nueva en Sabadell para montar una pequeña hilatura y vender hilo para la fabricación de alfombras y moquetas. La entrada masiva de fibras sintéticas en el mercado fue ahora el estoque que amenazaba de muerte no solo a la empresa familiar, sino a toda una tradición de la que vivían cientos de vecinos de la zona.
Se trata ahora de conseguir que las fibras naturales destronen a las plásticas y artificiales y es aquí donde entra en juego la cuarta generación de los Cobo y su proyecto para recuperar y revalorizar la lana como fibra natural que, desde hacía unos años, suele terminar en los vertederos.
“El sueño comenzó viendo cómo las fibras naturales, en especial la lana, se iban abriendo paso ante las todopoderosas materias plásticas. En mis conversaciones con los pastores y ganaderos de toda la vida se podía apreciar cómo había cambiado su visión de la lana. Ahora mimaban a sus ovejas porque la lana era un bien rentable para ellos”, cuenta Ramón Cobo.
El problema es que, tras décadas de predominio de las fibras sintéticas y unos ganaderos mal pagados, muchos habían abandonado los oficios asociados a la producción de la lana, desde la cría de oveja hasta el esquilado, el lavado, el escarmenado, la hilatura, el tinte y el tejido hasta llegar a un producto final. El reto, entonces, no es solo recuperar una fibra tan nuestra, sino reconstruir toda una industria arrasada por la globalización.
Reconstruir una industria en torno a unos valores
Se trata de transformar lo ordinario en extraordinario de manera que el primer paso es conseguir que a todos los profesionales ligados a la lana les resulte rentable dedicarse a ese oficio, desde los pastores hasta los que empaquetan el producto. A todos procuran pagarles un precio justo. Suman a ello un compromiso social trabajando con centros ocupacionales en diferentes tareas del proceso de elaboración de los productos.
El bienestar animal es otro de sus principales valores de la marca y de lo que se han beneficiado ya más de 25.000 ovejas. Las ovejas de Wooldreamers pastan libremente por toda España, desde las Dehesas extremeñas hasta la Serranía de Cuenca, o las llanuras de la meseta manchega, los Picos de Europa y los Pirineos. El cuidado de las ovejas les permite obtener fibras de alta calidad y rendimiento en cada una de las razas ovinas. También en Wooldreamer están haciendo cruces entre ovejas manchegas y australianas para dar con una fibra más fina.
Desde el punto de vista medioambiental, la apuesta es por la ganadería regenerativa. Mediante el manejo extensivo, trashumante y regenerativo, sus rebaños contribuyen a disminuir el riesgo de incendios, a fertilizar las tierras y a conservar la infraestructura natural. Favorecen, también, el esparcimiento de insectos necesarios para la polinización de plantas. Fortalecen sus políticas de sostenibilidad, haciendo uso de energías renovables y procurando el autoconsumo, acreditando todos sus procesos con los certificados GOTS y OEKOTEX.
Todo ello lo demuestran a través de un software cuyo desarrollo han encargado a un informático para la trazabilidad, transparencia y documentación de los procesos, actividades y cadenas de suministro.
Wool4Life
Basándose en todos los valores antedichos, el paso siguiente de Woold Dreamers ha sido crear su propia marca de moda con el nombre de Wool4Life bajo la que comercializan chales, bufandas, gorros y otros artículos de lana. Decir que muchos de ellos los hace el mismo Ramón Cobo hijo quien ha aprendido también a tejer. Le enseñó “un señor de Barcelona” ya jubilado quien, al conocer el proyecto, se interesó por él y se ofreció de manera voluntaria a colaborar.
De manera que, si Woold Dreamers se dedica a la producción del hilo y la venta de ovillos en Wool4Life se dedican a tejerlo y sacar al mercado un producto final. Lo hacen todo con gente del pueblo en un taller artesano para el que han recuperado telares en desuso cerrando así el círculo.
El producto lo venden, principalmente, a través de la página web, algún mercadillo y algún punto de venta específico que “sepa valorar el producto y todo lo que hay detrás, es decir, entre 6 y 7 horas en la elaboración sin contar la cría y cuidado de la oveja, el esquilado, la clasificación…”explica Ramón Cobo, todo un laborioso proceso del que ellos, al final, obtienen como mucho un 20% de beneficio hasta conseguir una facturación que en 2024 ha sobrepasado los 200.000 euros, y eso que el ticket medio de artículo supera los 100 euros.