
Esta es la historia en primera persona de José Manuel Mateu de Ros, quien cuenta con más de 25 años de experiencia en consultoría, telecomunicaciones, banca y fintech. Ha ocupado roles ejecutivos en corporaciones globales como Santander, Telefónica y Arthur Andersen, desarrollando su carrera en distintos mercados de América Latina, América del Norte, Europa y Asia.
En Santander, fue managing director en Asia con base en Shanghái durante más de cinco años y también fue fundador y adjunto al CEO de PagoNxt, la vertical fintech de pagos del banco, que actualmente está valorada en más de 3.000 millones de euros. Asimismo, ocupó un alto cargo en Telefónica, donde participó en el lanzamiento de la vertical B2B de la compañía.
“A día de hoy, abundan las historias de jóvenes emprendedores que parecen haber convertido una idea en un negocio millonario de la noche a la mañana, como si de una iluminación se tratara. Esta narrativa, impulsada por los formatos breves de entrevistas que se han vuelto cada vez más populares en las redes sociales, crea una imagen distorsionada de lo que realmente implica montar una startup.
Estas grandes ideas probablemente tardaron meses o años en madurar y, quizás, fracasaron bastantes veces. Pero esa parte de la historia casi nadie la cuenta, especialmente en el contexto hispanohablante, donde, a diferencia del mundo anglosajón, tendemos a sobredimensionar el éxito y ocultar el fracaso.
La historia de Microsoft: ¿Un camino de rosas?
Un buen ejemplo es la historia de Microsoft. Pocas personas saben que este gigante tecnológico tuvo que pivotar varias veces pasando de un software para el Altair 8800 a un sistema operativo, hasta acabar convirtiéndose en lo que hoy conocemos como Microsoft365 o Azure. Sin duda, gracias a esta trayectoria de continuo aprendizaje, consiguió ser el actual gigante tecnológico que es.
En el mundo del emprendimiento, la experiencia aporta un valor diferencial porque no es lo mismo fundar una compañía a los 20, 30 que a los 40 o 50 años. Con la edad, acumulas conocimientos, habilidades, experiencias vitales que amplían tu perspectiva y vas generando una red de contactos que puede servirte de respaldo cuando decides lanzarte al mundo emprendedor.
De hecho, un estudio de Harvard así lo evidencia: las empresas fundadas por personas mayores de 45 años tienen un 80% más de posibilidades de sobrevivir que las fundadas por personas más jóvenes. Sin embargo, al pensar en un emprendedor solemos imaginar a una persona joven con una idea disruptiva que busca transformar el mundo. Yo no soy ese tipo de emprendedor. Mi historia es distinta.
Cuando el bosque te impide ver…
Cuento con más de 25 años de trayectoria profesional en altos cargos de grandes organizaciones como Santander, Telefónica y Arthur Andersen. En todas ellas, tuve la oportunidad de emprender alguna vertical destacada del negocio, pero siempre bajo el paraguas de la corporación.
Fue un trabajo muy intenso a la par que satisfactorio, pero llegó un momento en el que comencé a sentirme atrapado como en una especie de bosque, rodeado de árboles que me impedían ver más allá. Estoy convencido de que esta sensación surgió en gran medida porque vi pasar de largo muchas oportunidades, desde el boom de internet en los inicios de mi carrera, hasta el auge inmobiliario o la aparición del blockchain y las criptomonedas.
Por una vez quería ser parte activa de la próxima gran revolución, pero para ello necesitaba salir de esa red de seguridad. Cuando finalmente di el paso, descubrí que la inteligencia artificial se presentaba como esa gran posibilidad de llevar a cabo lo que deseaba.
Mi idea, lejos de haber sido una iluminación repentina, fue producto de mucho trabajo. Pasé por un largo proceso de maduración y validación de la propuesta en el que hablé y debatí mi proyecto con profesionales con experiencia en el sector, inversores y potenciales clientes. Así fue como el mercado me llevó a donde estoy ahora.
Me percaté de que la inversión de inversores y empresas estaba fluyendo hacia la IA y rápidamente comprendí que sólo estábamos viendo la punta del iceberg. Era evidente que la IA seguiría avanzando a un ritmo vertiginoso, lo que a su vez generaría una gran necesidad de regulación y capacitación.
Con la idea clara y a mis 50 años, me puse en marcha con el proyecto. No soy un emprendedor al uso y tampoco lo iba a ser en la forma de empezar esta aventura, así que decidí lanzar IQube, una plataforma de empresas relacionadas con la IA y sus dos primeras iniciativas; Neosmart, enfocada en la transición hacia la IA de empresas y sus empleados, y Zertia, centrada en la auditoría y certificación de modelos de IA. Aunque en esta ocasión no contaba con el respaldo de una gran corporación, disponía de unos conocimientos previos y de una valiosa red que apostó por el proyecto desde su fase más inicial.
A pesar de ese apoyo, ahora tengo más preocupaciones que antes y esa presión es distinta a la que se vive dentro de una empresa ya consolidada. Hay que aprender a lidiar, a marchas forzadas, con la sensación de que tienes una gran familia que mantener y debes hacerlo de la mejor manera posible.
Startups vs. grandes compañías
Tu mayor activo son colaboradores como empleados o asesores y tienes que conseguir que crean tanto como tu en el proyecto, ayudarlos a progresar y conseguir que estén contentos en la empresa para así fidelizarlos. En una gran compañía, el atractivo de la marca es clave en esta labor, mientras que en una startup, la reputación y el valor diferencial se tienen que construir desde cero.
Hoy en día, he tenido que reducir muy notablemente mi vida social y el deporte, par enfocarme en el proyecto y en mi familia, pero me enfrento a un desafío extremadamente interesante y cautivador que, ahora mismo, no cambiaría por nada.
Otra de las grandes diferencias que he observado es que, en el marco de una gran compañía, dispones de un respaldo robusto y una red de seguridad que te facilita mucho el camino. El dinero no suele ser una preocupación. Un factor que, por el contrario, es el gran cuello de botella para las startups.
Por eso, siempre insisto en que es encontrar un balance entre el equipo, el producto y el cliente. De nada sirve tener un excelente producto, si no eres capaz de venderlo y si no tienes un equipo que lo respalde.
La fórmula del éxito de la hamburguesa
Cuando no cuentas con un co-founder que comparte la misma presión y vivencias, has de encontrar ese apoyo en el equipo. En todo este camino que he ido labrando, he podido identificar que lo que denomino ‘la fórmula de la hamburguesa’ como la clave del éxito para los que decidimos emprender en solitario.
En esta estructura, yo soy la carne de en medio, respaldado por un buen equipo –el pan de abajo– y un grupo de excelentes asesores que me ayudan a identificar y resolver distintas brechas en los mercados objetivo -el pan de arriba-.
La capa inferior debe estar formada por talento, capaz de aportar una visión fresca e innovadora que es fundamental para el crecimiento de cualquier empresa. Por otro lado, el expertise y la sólida trayectoria de los asesores ayuda a tomar decisiones más informadas y estratégicas.
El emprendimiento es un camino lleno de desafíos y conlleva una inmensa responsabilidad. Cuando tienes un proyecto ambicioso, inevitablemente habrá sacrificios, pero con una red de apoyo sólida, una idea bien madurada y desarrollada y un equipo dedicado, los retos se convierten en oportunidades.
El compromiso debe ser mutuo. Es fundamental que el emprendedor trabaje por y para sus empleados, porque ellos han dejado de lado otras oportunidades para hacer crecer el proyecto. Una vez que se tenga esto claro, hay que atreverse a dar el paso, la recompensa personal y profesional es inmensa”.