
Emprender no es tarea para impacientes. Puede sonar a tópico, pero lo cierto es que, cuando uno se lanza a transformar un mercado consolidado, descubre muy rápido que tener una buena idea no basta.
Es necesario conocer las reglas del juego, cuestionarlas con criterio y, sobre todo, saber navegar en un entorno donde, muchas veces, la innovación es percibida como una amenaza más que como una oportunidad.
Tomemos el caso del sector inmobiliario. Hablamos de un terreno dominado por grandes players con décadas de experiencia, donde las barreras de entrada son altísimas y el margen para el error, mínimo. Sin embargo, fue precisamente ahí donde decidí emprender. Y no por azar, sino porque entendía muy bien cómo funcionaba ese mercado.
Ese fue el primer aprendizaje: si quieres abrirte paso, empieza por actuar en un terreno que conoces. Emprende en un sector donde te sientas cómodo, donde entiendas cómo funciona cada detalle. Solo así podrás identificar oportunidades reales y aprovecharlas.
Uno de los mayores desafíos ha sido y sigue siendo, sin duda, integrar la tecnología en un entorno todavía muy analógico. En sectores como este, muchos procesos siguen siendo manuales o funcionan con sistemas que resisten cualquier intento de modernización.
Pero aquí la tecnología no puede limitarse a automatizar. Debe servir para hacer las cosas más claras, más transparentes. Para generar trazabilidad y, sobre todo, confianza. Porque no debemos olvidar que, para muchas personas, lo digital todavía genera incertidumbre.
En estos casos, más que imponer cambios, hay que saber comunicarlos. Mostrar con hechos que lo nuevo puede ser sinónimo de seguridad.
A esto se suma un factor que suele pasarse por alto pero que es decisivo: el cumplimiento normativo. En mi caso, desde Hausera operamos bajo un marco regulatorio que busca proteger a los inversores, lo que es totalmente lógico y necesario.
Pero también implica esfuerzo, tiempo y recursos. Conocer en profundidad las normativas locales y europeas no es una formalidad; es lo que marca la diferencia entre construir algo sostenible en el largo plazo o tropezar una y otra vez, algo bastante común en la vida de un emprendedor.
Ahora bien, si hay algo que realmente pone a prueba al emprendedor en este tipo de sectores es la resistencia al cambio. Una resistencia que no solo viene del mercado, sino también desde dentro del propio equipo. Empleados, clientes, inversores… todos necesitan su tiempo para entender y confiar en un nuevo modelo.
Lo que descubrí trabajando en un modelo disruptor es que educar y explicar no es algo puntual: es un trabajo continuo. Las pequeñas startups debemos construir credibilidad día a día.
Más allá de mi experiencia, hay ciertos elementos que cualquier emprendedor debería tener claros antes de lanzarse a la piscina en un entorno tradicional.
El primer punto es que casi nunca se parte de cero. Las compañías que dominan el sector no solo controlan la mayor parte del mercado, sino que además cuentan con la confianza del público. Por eso, encontrar un ángulo único no es opcional, es fundamental. Y ese ángulo no solo debe aportar valor en lo que ofrece, sino también en cómo se entrega y se comunica.
También es clave tener un modelo de negocio definido desde el primer minuto. Muchas veces, el entusiasmo por lanzar algo nuevo hace que se pase por alto cómo se va a monetizar, cómo se va a escalar o qué papel juega cada stakeholder.
En mi caso, apostamos por una estrategia integral, controlando todo el proceso, desde su adquisición hasta su comercialización. Esto nos dio control y capacidad de maniobra, pero cada contexto exige su propia estructura. No hay fórmulas universales.
Además, si atendemos a los errores que se suelen cometer en el universo startup, uno de los más frecuentes es subestimar la gestión financiera. En sectores donde la liquidez no es inmediata, crecer sin tener los recursos bajo control es una trampa muy peligrosa. Aprendí que, a veces, avanzar más lento pero con pasos firmes es lo que realmente asegura el éxito. No todo debe ir orientado a convertirse en unicornio en tiempo récord.
Hay modelos sostenibles y rentables que merecen más visibilidad. Porque no deberíamos compararnos con startups de otros sectores que operan bajo lógicas y parámetros totalmente distintos. Es mejor crecer con propósito y mantener siempre a los stakeholders en el centro.
Sin duda, si tuviera que quedarme con tres aprendizajes, serían estos: adaptarse con agilidad, innovar de forma constante y construir confianza desde la transparencia. Porque emprender en un sector conservador es, muchas veces, como nadar a contracorriente. Pero con foco, conocimiento y una propuesta que realmente responda a una necesidad concreta, se puede liderar el cambio.
En este Día Mundial del Emprendimiento, vale la pena recordar algo: emprender no siempre significa reinventar la rueda, sino saber dónde ponerla para hacerla girar.