El calentamiento global es probablemente el mayor problema que tiene que afrontar la Humanidad. Desde la Revolución Industrial, que disparó el uso del carbón, la temperatura del planeta ha aumentado 1,2 ºC, según los cálculos de la NASA. Además, el ritmo del calentamiento se ha acelerado sustancialmente desde finales de los años setenta.
Esta situación exige el compromiso de todo el planeta en la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero, principales causantes del calentamiento global y, por ende, del cambio climático, según afirman los expertos.
El avance de las energías renovables es una de las claves para frenar dicha emisión de gases de efecto invernadero y ya estamos trabajando en esta dirección. Según los datos de boletín mensual de mayo de Red Eléctrica de España (REE), la contribución de las energías renovables al conjunto de la producción peninsular fue del 52,2%, con la eólica como tecnología con mayor peso en la generación (21,8%). Además, el 72,7% de la generación peninsular estuvo libre de CO2.
Sin embargo, tenemos que seguir buscando nuevas soluciones que nos ayuden a reducir aún más las emisiones. Los expertos depositan grandes expectativas en el desarrollo de la fisión nuclear, que permitiría producir una enorme cantidad de energía sin emitir gases de efecto invernadero ni generar los peligrosos residuos que produce la fusión nuclear. Pero todavía será preciso seguir investigando hasta llegar a controlar dicha tecnología.
Entre tanto, el aprovechamiento del viento y el sol parecen las mejores alternativas para la descarbonización de la producción de energía. Además, se muestran como opciones muy interesantes para la inversión. De hecho, hace poco contábamos que los grandes fondos de inversión ya están haciendo grandes inversiones en el sector de las energías renovables en nuestro país.
Incluso se ha planteado la posibilidad teórica de instalar centrales solares en el espacio. Ésta es una idea que se planteó hace ya mucho tiempo, pero que no podía ser llevada a cabo porque no existía la tecnología necesaria para ello. Ahora, aunque quizá suene a ciencia-ficción, los últimos avances tecnológicos han convertido esta posibilidad en una opción cada vez más viable.
Tal y como indica El Economista, para poner en marcha esta idea habría que lanzar al espacio centrales con paneles fotovoltaicos que convertirían la energía luminosa del sol en electricidad. Hasta ahí, no parece tan descabellado. Al fin y al cabo, los satélites que se ponen en órbita ya se alimentan así.
Estas instalaciones tienen algunas ventajas. En primer lugar, podrían disponer continuamente de luz solar, los 365 días del año y las 24 horas del día. Además, serían más eficientes, ya que la ausencia de atmósfera permitiría que los paneles recibieran una mayor radiación solar. Asimismo, la temperatura más baja en el espacio mejoraría la durabilidad y eficiencia de las células solares, ya que se degradan con el calor.
La duda surge cuando nos planteamos cómo se podría aprovechar en la Tierra aquella energía generada en el espacio exterior. La solución sería su conversión en un haz de microondas enviado hacia nuestro planeta. Dicho haz impactaría contra una región preparada con receptores, donde se volvería a convertir en electricidad.
Sobre el papel, parece que todo sean ventajas, pero también hay algunos inconvenientes. En primer lugar, el tamaño que ocuparían estas instalaciones en la Tierra, donde debería recibirse la energía captada procedente del espacio, ya que se requiere una gran superficie llena de paneles fotovoltaicos.
El diario explica que esto es así porque el haz de microondas no llega a la superficie terrestre como una línea recta y delgada, sino que lo hace en forma de cono, ensanchándose en el destino. Por eso, es necesario disponer de una superficie de recepción muy ancha.
Por otra parte, la energía recibida desde el espacio requiere una gran infraestructura para distribuir la electricidad hasta los puntos de consumo. Como consecuencia de todo ello, la huella ambiental que podría tener esta solución es similar a la que tienen actualmente las centrales actuales en la superficie terrestre.